VÍCTOR JARA

Al poeta, director teatral y trovador chileno Víctor Jara lo asesinó el fascismo instaurado en su Tierra por los yanquis, que auparon a los militares reaccionarios para ejecutar el artero golpe contra el Gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende

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Si el privilegio de oírle que tuvo su generación se extiende a las actuales, gracias las grabaciones—aunque hayamos perdido para siempre su presencia a la vez humilde y altiva donde la sangre indígena de la madre dejó sello visible— , si el amor y el sentido humano de sus canciones, de cadencia y hondura tan populares como personales, entran en nuestros oídos y se fijan en nuestras almas, es porque Víctor Jara fue uno de esos genuinos artistas populares que aparecen de tarde en tarde, acompañados de una guitarra que sabe vencer a la muerte.

Digo esto, en primer lugar, porque además de dejarnos una lección de lealtad que convalida cada una de las palabras que escribió, era un verdadero artista: su obra muestra cómo los más altos valores estéticos se dan en el camino de la fidelidad al pueblo.

Había nacido en 1932 –andaría ahora en los 73 ó 74 años de edad–, en el campo, hijo de un labrador y de una mujer de ascendencia mapuche, entregada a los trabajos de la casa, pero amante de las canciones y de la música, quien falleció cuando el hijo tenía 15 años. Padre y madre son los míticos Manuel y Amanda de una de sus canciones más populares y hermosas: "Te recuerdo Amanda". El nombre de la madre lo llevaría una de las hijas de Jara. Estudió como pudo, incluso pensó en ser cura.

Trabajó en distintos y duros empleos. En su momento, la excepcional Violeta Parra reconoció sus posibilidades expresivas y lo presentó en su peña a la que pertenecería durante años. Naturalmente debió continuar en diversos oficios hasta lograr estudiar teatro en la Universidad y convertirse en director de escena.

No abandonó la peña. Violeta conversaba con él, discutían mutuamente las obras. Víctor reconoció siempre su autoridad artística. Y lloró su suicidio. Una nota necrológica de febrero del 67 sobre la autora de "Gracias a la vida", consigna que en el sepelio estaban, entre otros, Víctor Jara y el entonces Presiente del Senado, doctor Salvador Allende. Éste era la única personalidad oficial presente.

Con su trabajo múltiple, Víctor mostraba la diversidad de su talento artístico y sus dotes de organizador que se revelaban en iniciativas desplegadas por la Juventud Comunista, a la que perteneció hasta su muerte.

En 1969 con su Canción "Plegaria a un labrador" recibió el Premio Nacional que le fue entregado en el Estadio Nacional donde cantaría en otras ocasiones, donde se celebrarían muchos actos de Unidad Popular y el propio Víctor organizaría el homenaje a Neruda con motivo del Nobel. El sitio sería, como se sabe, convertido en escenario de su suplicio.

El triunfo de Allende fue el de la canción, el de la vida, el de Víctor Jara.

El Presidente le dio varias misiones. Lo nombró Embajador Cultural. En tal función visitó varios países. En Cuba, huésped del Consejo Nacional de Cultura y de la UJC, estuvo con su esposa Joan. Mientras Víctor recorría el país, con el entonces secretario de cultura de la organización juvenil, Alberto Rodríguez Arufe, compartiendo sus melodías en Casa de las Américas y en toda Cuba con las de los miembros del Movimiento de la Nueva Trova, Joan se relacionaba con nuestras compañías danzarías.

En declaraciones a "El Caimán Barbudo" y donde fue posible dejó Víctor testimonio de su militancia y sus opiniones sobre la canción chilena que había nacido, según su decir, en el 65 ó 66, frente a un falso folclorismo comercial que propagaba la radio: "...nosotros empezamos a cantar por ahí y por allá, así como hijos de nadie. Decíamos una verdad no dicha en las canciones, denunciábamos la miseria y sus causas, decíamos al campesino que la tierra debía ser suya, hablábamos del fin de la miseria y la explotación".

Cantaban al margen de los medios de difusión, entonces en manos de los poderosos. Ya en el Gobierno de Allende, Víctor recordaba a Violeta "que nos marcó el camino y desgraciadamente no vive para contemplar el fruto de su trabajo".

La Nueva Canción chilena como la Nueva Trova de Cuba, como el movimiento dominicano de "Siete días con el pueblo" de 1971, los nuevos cantores argentinos, venezolanos, puertorriqueños, peruanos y de otras partes del Continente, sin olvidar a los españoles, entre los cuales el joven Juan Manuel Serrat aportaba sus hermosas interpretaciones de Antonio Machado y Miguel Hernández, surgieron todos en años muy cercanos y renovaron artísticamente con un mensaje humanista el cantar de nuestros países. Las canciones de Víctor llevaban un mensaje de combate que llegó a ser magistral en "Las casitas del Barrio Alto".

Se sabe que el 11 de septiembre debía de llevarse a cabo un acto, organizado por Víctor, en la Universidad. Fue a trabajar como de costumbre. Se despidió de su esposa e hijos y se fue para la Universidad. Desde allí vería el despliegue de aviones y tanques que se dirigían a La Moneda y el comienzo del fin. Llamó a su casa varias veces para saber de los suyos. No volvió jamás a besar a sus hijos y esposa. De la Universidad fue brutalmente arrancado y arrojado en el Estadio entre cientos de detenidos. Aquél había sido escenario de sus actuaciones y lo sería de su muerte.

Algunos de los sobrevivientes de estos días de terror cuentan que se hizo todo lo posible porque los fascistas no identificaran al cantor. Fue en vano. Hay testimonios casi de cada golpe que le dieron, de cada culatazo, de cada ofensa.

Cubierto de moretones, con un ojo virtualmente aplastado, pudo a pesar de todo, escribir los versos de una canción de denuncia contra el fascismo que sus amigos lograrían salvar. Cuando la esposa pudo llegar hasta el cadáver, durante una tregua del estado de sitio y gracias a la guía de un joven militante, así describió el hallazgo:

El depósito está tan repleto que los cadáveres llenan todo el edificio, incluyendo las oficinas. Un largo pasillo, hileras de puertas y, en el suelo, una larga fila de cadáveres, éstos vestidos, algunos con aspecto de estudiantes, diez, veinte, treinta, cuarenta, cincuenta... y en mitad de la fila descubro a Víctor.

Era Víctor, aunque le vi delgado y demacrado. ¿Qué te han hecho para consumirte así en una semana? Tenía los ojos abiertos y parecía mirar al frente con intensidad y desafiante, a pesar de una herida en la cabeza y terribles moretones en la mejilla. Tenía la ropa hecha jirones, los pantalones alrededor de los tobillos, el jersey arrollado bajo las axilas, los calzoncillos azules, harapos alrededor de las caderas, como si hubieran sido cortados por una navaja o una bayoneta... el pecho acribillado y una herida abierta en el abdomen... las manos parecían colgarle de los brazos en extraño ángulo, como si tuviera rotas las muñecas... pero era Víctor, mi marido, mi amor.

A pesar de las torturas a que fue sometido, Víctor pudo escribir un último texto —salvado por el tesón de sus amigos y casi por milagro—que ha sido publicado en varias ocasiones, canción en una de cuyas estrofas dijo:

¡Qué espanto causa el rostro del fascismo!
Llevan a cabo sus planes con precisión artera
sin importarles nada.
La sangre para ellos son medallas.
La matanza es acto de heroísmo.
¿Es este el mundo que creaste, Dios mío?
¿Para esto tus siete días de asombro y trabajo?
En estas cuatro murallas solo existe un número
que no progresa,
que lentamente querrá más muerte
.

El joven que había querido ser sacerdote usa, como en otras ocasiones, en su poesía, símbolos religiosos, esta vez para condenar el satánico poder que destruye su patria. Junto a la muerte, levanta la palabra como arma de denuncia.

De acuerdo con las investigaciones de una Comisión creada al efecto fue acribillado el 16 de septiembre de 1973 en el Estadio Chile y posteriormente arrojado en unos matorrales de la Carretera Sur, táctica usada para fingir que quienes habían sido asesinados eran alzados.

Entre decenas de cuerpos bajo el rubro de "no identificado" fue trasladado a la morgue donde lo encontrara Joan, el día 18. Lograron darle sepultura en el Cementerio de Santiago.

En el XXX Aniversario del crimen se dio su nombre al Estadio de Chile. Sus asesinos aún no han sido juzgados. Pero sus canciones viven en el corazón de Chile y de América.

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Fuente:
EXCLUSIVO, 16/09/06

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