Justa distinción a un guajiro
Cienfuegos rinde homenaje a Conrado Marrero 65 años después. Aquel triunfo sobre el Cubaneleco le abrió las puertas. Orgulloso de su cuna guajira, hoy con 95 años de edad, fue premiado en la Perla del Sur con el Escudo de la Ciudad y la entrega del Machete Mambí Sureño, el cual le fue concedido por la Asamblea Municipal del Poder Popular, en justo reconocimiento a su relevante trayectoria dentro y fuera del diamante deportivo
Sesenta y cinco años de después de haber dado al Cienfuegos el triunfo que le otorgó el campeonato de béisbol de la Unión Atlética Amateur de Cuba, el 24 de septiembre de 1941, Conrado Marrero, hoy con 95 años de edad, fue premiado en la Perla del Sur con el Escudo de la Ciudad y la entrega del Machete Mambí Sureño, el cual le fue concedido por la Asamblea Municipal del Poder Popular, en justo reconocimiento a su relevante trayectoria dentro y fuera del diamante deportivo.
Última gran leyenda viviente del béisbol cubano de ayer, Marrero, junto al antesalista Alberto Fábregas y el jardinero Rigoberto Fernández, son los únicos sobrevivientes de aquel histórico equipo que en 1941 acabó con la dinastía del poderoso club Hershey, para interrumpir su cadena de tres campeonatos ganados en forma consecutiva con otra gloria del montículo, Pedro "Natilla" Jiménez, como baluarte principal.
Los eternos amantes de la pelota que ahora peinan canas –y quienes ya no tienen canas que peinar-, con toda seguridad recodarán aquel modesto conjunto dirigido por "Tito" González, que con Marrero como gran figura hizo añicos los pronósticos de la cátedra especializada, al dejar en la cuneta a equipos de mayores recursos, con posibilidades de llevar a sus filas a los mejores peloteros blancos del país –la Uniòn Atlética no admitía negros en sus contiendas- mediante empleos bien remunerados en unos casos y tentadoras remuneraciones monetarias en otras.
Y al recordar la hazaña, vienen a la memoria además de Fábregas y Rigoberto, los nombres de Julio Trujillo (compañero de batería del Guajiro), los hermanos Charles y David Pérez, jardineros ambos; Raúl Guimerá, también jardinero; los inicialistas "Estrellita " González y el "Mejicano" Cortés; así como también el segunda base Juan Yero y el torpedero "Checho" Rosés.
Nacido en la finca Laberinto, en Sagua la Grande, Conrado Marrero llegó al Cienfuegos en 1938, cuando ya llevaba 27 almanaques a cuestas, y desde el primer momento llamó la atención por el carisma que le facilitaría, de un tirón, ganarse las simpatías del respetable en cuanto parque se presentó.
A su paso por el amateurismo no poseía la aterradora velocidad de Julio "Jiquí" Moreno, estrella el Círculo de Artesanos de San Antonio de los Baños, ni la endiablada curva para abajo de "Natilla". No obstante, al cruzar al profesionalismo en 1945 dejaba una hoja de servicios impresionante que le invitamos repasar:
Único en propinar 100 ó más ponches durante ocho temporadas seguidas; el primero en arribar a 1 000 y quien más ponches se apuntó en total, 1 230; líder en lechadas para una temporada con 10, y en total, 44.
Además, Marrero tiró tres desafíos sin hits ni carreras (en el profesionalismo lanzó un cuarto) siempre con Trujillo de receptor: frente a la Universidad de La Habana, el 11 de septiembre de 1938 en el estadio Trinidad y Hermanos, en Cienfuegos; contra el Vedado Tennis, el 24 de mayo de 1942, en el parque vedadense, y a costa del Miramar, el 3 de junio de 1945, en el Trinidad y Hermanos.
En resumen, con el Cienfuegos archivó Marrero 127 victorias frente a 38 derrotas. En su debut oficial con los sureños –falsa alarma para lo que después vendría- cayó 4-1 frente al Regla en el terreno del Cubaneleco, sede de los ganadores.
Integró el equipo Cuba amateur en las series mundiales de 1939, 40, 41, 42 y 44 con balance de 11 victorias y 4 derrotas correspondiendo a él en estas lides el primer triunfo sobre un equipo de Estados Unidos.
GUAJIRO…Y A MUCHA HONRA
Por reiterada no quiero insistir en la etapa profesional de quien cumplidos los 39 años, edad en que otros se retiran, llegó en 1951 a las Grandes Ligas con la franela del Washington, equipo sotanero de la Liga Americana, para el cual ganó 39 juegos y perdió 40 con un aceptable promedio de 3,46 carreras limpias por juego.
Tampoco pretendo abundar en su paso por el Almendares, ni con los Havana Cubans de la Liga Internacional de La Florida o en su breve estancia con los Sugar Kings. Prefiero escribir hoy del hombre sencillo y muy cubano, que señala como victoria más recordada la alcanzada desde la lomita de la Casa Stany sobre el Cubaneleco "porque me abrió las puertas del Cienfuegos". Decir de quien no obstante abrazar la gloria lejos del terruño que le vio nacer y crecer, añora sus días de carretero "cuando de muchacho aprendí a tirar curvas con naranjas agrias mientras mis bueyes pastaban a la sombra".
Y más. Rendir tributo de respeto a quien aún gusta del aromático tabaco habano que no cambió nunca por cigarrillos perfumados y hoy presume de haber sido en su juventud el "mejor carretero de Laberinto y sus contornos", tanto como de las veces que puso out a monstruos de la talla de Ted Williams, Mickey Mantle y "Yogi" Berra.
Prefiero hablar, y hacerlo con sobrada admiración, no solo del lanzador de 5,6 pies de estatura y 165 libras de peso que abarrotó estadios, sino del hombre que a preguntas del colega Rafael Pérez Valdés, publicadas tiempo atrás en el diario Granma, respondería que ha vuelto varias veces a Estados Unidos "a ver a mis muchachos, a mis hijos", pero que no le gusta vivir allá porque, entre otras razones, yo sigo sintiéndome un guajiro cubano".
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